Mucho se ha dicho sobre crear hábitos de seguridad. Pero ¿qué pasa con los hábitos peligrosos que repetimos sin darnos cuenta? Aquellos comportamientos normalizados que nos exponen todos los días y que, aunque parecen inofensivos, pueden ser la brecha perfecta para que la violencia, el crimen o el abuso entren a nuestras vidas.
En México y América Latina, las costumbres culturales, la confianza excesiva, la rutina y la desinformación dieron origen a múltiples hábitos nocivos. Y la prevención no sólo consiste en hacer cosas nuevas, sino en dejar de hacer las que nos ponen en riesgo.
No solo se trata de aprender a cuidarte, también de desaprender lo que te pone en peligro.
7 malos hábitos que debemos eliminar, ¡ya!
- Publicar nuestra ubicación o rutina en redes sociales
Ese “aquí andamos” en tiempo real puede convertirse en una invitación para que alguien con malas intenciones sepa dónde encontrarte. - Compartir contraseñas con familiares, amigos o parejas
La confianza es valiosa, pero los accesos son personales. Una sola contraseña compartida puede volverse un problema irreversible. - Abrir la puerta sin verificar quién llama
Aunque parezca de confianza, muchos robos y extorsiones inician con un simple “buenas tardes, soy del gas”. - No guardar copias de documentos importantes
Perder tu cartera o celular sin respaldo puede ser el inicio de una cadena de fraudes o robo de identidad. - Dejar el auto abierto “porque es zona segura”
Basta un segundo para que desaparezca algo dentro… o el auto completo. - Conectarte a cualquier red Wi-Fi gratuita sin protección
Los ciberdelincuentes pueden monitorear tus movimientos, robar datos o instalarte malware sin que lo notes. - Ignorar señales de peligro en relaciones personales o laborales
Minimizar actitudes controladoras, agresivas o invasivas puede ser el primer paso hacia una situación de abuso o violencia.
- Publicar nuestra ubicación o rutina en redes sociales
¿Por qué repetimos estos hábitos?
Porque creemos que “a mí no me va a pasar”, porque vivimos apurados, porque lo aprendimos así, o porque nos cuesta incomodarnos. Pero la prevención empieza por revisar lo que normalizamos.
Reeducar es proteger
Hoy te invitamos a hacer una lista de tus propias costumbres cotidianas. Pregúntate:
¿Esto me protege o me pone en riesgo?
Y si es lo segundo… ¡elimínalo!