En México y América Latina, la violencia contra las mujeres adoptó múltiples formas, y una de las más dolorosas, invisibilizadas y complejas es la violencia vicaria: un tipo de agresión que usa a los hijos o seres queridos como instrumentos para hacer daño a la mujer, generalmente por parte de su expareja.
Esta forma de ataque destaca en los últimos años por su gravedad y las consecuencias devastadoras que genera tanto en las mujeres como en los niños involucrados. Y aunque no siempre se denuncia ni se nombra, está presente en miles de hogares, muchas veces amparada por el desconocimiento o la impunidad.
Algunos datos al respecto señalan que:
- Según cifras de organizaciones civiles, el 70% de mujeres que enfrentan procesos de custodia en México la sufrieron de alguna forma.
- En países como Argentina, Colombia y España, ya se impulsaron leyes específicas para reconocer y sancionar estos ataques.
- La Red de Madres Protectoras de América Latina documentó más de 1,200 casos graves en la región en los últimos cinco años.
¿Qué es exactamente la violencia vicaria?
Es una forma de violencia de género donde el agresor busca dañar a la mujer afectando lo que más ama: sus hijos. Esto puede manifestarse como:
- Amenazas con quitarle a sus hijos.
- Manipulación emocional del niño contra la madre.
- Obstaculización del vínculo afectivo entre madre e hijos.
- Denuncias falsas de alienación parental.
- Daño físico o psicológico a los hijos con intención de hacer sufrir a la madre.
No es un pleito de pareja: es una forma de tortura psicológica
Causas y factores de riesgo
- Machismo estructural que entiende a los hijos como propiedad del padre o como herramientas de castigo.
- Procesos judiciales lentos, sesgados o sin perspectiva de género.
- Ausencia de legislación específica que la reconozca y sancione.
- Dependencia económica, emocional o legal de la mujer respecto al agresor.
- Normalización como parte de la separación o conflicto conyugal.
Señales de alerta
- Cambios abruptos en el comportamiento del niño hacia la madre sin motivo aparente.
- Uso de lenguaje adulto o judicial en boca del menor.
- Aislamiento del menor durante las visitas o convivencia.
- Intimidación o manipulación por parte del padre durante procesos legales.
- Comentarios como “te voy a quitar a los niños” o “te los voy a desaparecer”.
Prevención: cinco pasos clave
- Informarse y visibilizar el fenómeno: ponerle nombre es el primer paso para combatirlo.
- Fortalecer redes de apoyo familiar, legal y comunitario, especialmente durante procesos de separación o custodia.
- Denunciar toda forma de violencia emocional, económica o psicológica, incluso si no es física.
- Buscar asesoría legal con perspectiva de género desde el inicio de los procesos legales.
- Exigir a las autoridades capacitación y protocolos específicos para detectarla en juzgados familiares y centros de convivencia.
Porque no se trata solo de “problemas con el ex”, sino de un mecanismo brutal para controlar, dañar y someter. Si toca a los hijos para dañar a la madre, es agresión, es violencia. Y debe parar.