Para seleccionar a sus víctimas, la mayoría de los delincuentes se basan en lo que observan: una persona que conduce un vehículo de alto perfil, que ostenta joyas y accesorios de lujo o, bien, que acaba de retirar dinero de un banco, o simplemente alguien que va solo.
No obstante, algunos otros, tales como los secuestradores, determinan a quién atacar con base en lo que escuchan, es decir, en lo que se dice o se “sabe” de alguien.
En toda comunidad existen rumores respecto de las personas que la integran. Si bien una persona puede ser honesta, trabajadora, emprendedora y exitosa, y gozar de algunos lujos producto de su trabajo, jamás se salvará de ser víctima de rumores.
Algunas personas, que sin tener elementos objetivos de verdad y debido a sus prejuicios y estereotipos, exageran respecto de las posesiones de otros o, bien, desprestigian a alguien y su desempeño, poniendo en riesgo a la persona y a su familia.
¿Cuántos no hemos sido testigos de este tipo de rumores en nuestra comunidad?
– Qué tal el vecino de la casa 5, ¿viste el super auto que se compró?
– Déjate el que se compró para él, ¡el que le dio a su hijo!
– Dicen que tiene muchísimo dinero, que es dueño de varios locales comerciales y que tiene un penthouse en la playa, con una lancha anclada en la marina.
– Pues eso dicen, pero a mi se me hace que él y su familia andan en “algo chueco”.
– Tienen muy mal aspecto, son soberbios y tratan mal a la gente.
La realidad, por lo general, suele estar muy alejada del rumor. En el ejemplo, el vecino de la casa 5, que evidentemente tiene algún buen nivel económico, puede ser un alto ejecutivo o algún comerciante exitoso, como muchos otros y simplemente ser indiscreto, no tener un buen trato con los demás y generarles, además de algún tipo de resentimiento, envidia.
Lo grave es que los rumores comienzan a propagarse, se vuelven chismes y acaban por convertirse en leyendas urbanas.
Cuando llegan a los oídos de algún delincuente, éste asume que la persona le representa una víctima ideal por su alto poder adquisitivo e, incluso, hasta justifica su acción con base en el odio o rechazo que tiene la comunidad respecto de la persona.
Es importante, amén de ser discreto y proporcionar un buen trato a los demás, el ocuparse de conocer, a través de alguien de toda confianza, lo que se dice y, aparentemente, se sabe de nosotros en la comunidad.
Si caemos en cuenta que los rumores puedan representar un riesgo en materia de seguridad, debemos actuar en consecuencia.
Ello implica identificar las formas que, en alguna medida, hayan provocado el rumor y, apelando a la discreción, intentar cambiar la apreciación de cómo nos ven los demás y lo que les estemos representando.
Podemos ir más allá cuando, al identificar las características del rumor, nos ocupemos de crear un contrarrumor, al difundir verdades que contrasten el efecto provocado con el rumor.
Finalmente, y lo mejor en materia de seguridad, será proponernos involucrar a los miembros de nuestra comunidad para verdaderamente conocerlos y conminarlos a implementar una estrategia de administración de proyectos de seguridad y convivencia comunitaria.
Se debe considerar que este tipo de situaciones surgen, en mayor o menor medida, en todos los ámbitos de la vida, ya sea a nivel familiar, comunitario, laboral, escolar y/o social.
Evita difundir rumores, pues dañan la convivencia con los demás. Cuando escuches algún rumor o chisme, ¡pon en duda la credibilidad a lo que se dice! No creas ciegamente en las afirmaciones que otros hagan y trata de hacerles comprender la necesidad de comprobar las cosas, considerando el grave daño y los riesgos que conllevan.
Para complementar respecto de estos temas, te recomendamos ampliamente la lectura de nuestros artículos Discreción como prevención, El buen trato a los demás y Estándar para seguridad y convivencia ciudadana.
Déjanos saber si has sido víctima de algún rumor que haya puesto en riesgo tu seguridad y cómo actuaste en consecuencia.