El cliente no siempre tiene la razón

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Vivimos tiempos complejos. El estrés social, las redes que magnifican los impulsos y una cultura de inmediatez han hecho que la línea entre una queja legítima y una agresión violenta se haya vuelto muy delgada.

En México y Latinoamérica hemos visto cómo en tiendas, gasolineras, bancos, restaurantes y comercios en general, lo que inicia con una pequeña inconformidad puede desembocar en insultos, golpes… e incluso tragedias.

¿Por qué reaccionan así los clientes?

Aunque cada persona es distinta, muchos de estos estallidos comparten factores comunes:

      • Estrés acumulado: lo que detona la agresión no es siempre el problema actual, sino una “gota más” en un vaso lleno.

      • Impotencia ante sistemas rígidos: muchos clientes se enfrentan a políticas que no comprenden o perciben como injustas.

      • Pérdida de control emocional: personas con baja tolerancia a la frustración pueden estallar por lo que otros resolverían con diálogo.

      • Ausencia de habilidades sociales: no todos saben pedir algo con respeto, y mucho menos quejarse sin agredir.

 

No podemos controlar cómo reacciona un cliente. Pero sí podemos controlar cómo respondemos nosotros.


Lo que puede pasar si no se actúa con inteligencia

Escenario 1: Un cliente grita, insulta y lanza un producto a un mostrador. El empleado responde con ironía. El cliente salta el mostrador. Final: pelea física, intervención policial y un video viral.

Escenario 2: Un cliente amenaza con “regresar con alguien que arregla las cosas”. El personal lo ignora. Esa misma noche vandalizan la tienda.

Escenario 3: Un cliente se siente humillado por la actitud de un empleado y, al no recibir disculpas, denuncia ante derechos humanos o redes sociales, lo que deriva en despidos y daño reputacional.

¿Qué hacer ante un cliente alterado?

La clave no es ceder a todo, sino manejar el momento con inteligencia emocional y protocolos claros. Aquí 5 recomendaciones clave:

      1. Despersonaliza la queja. No lo tomes como un ataque personal. El cliente no está gritando por ti… está gritando frente a ti. Eso ya es suficiente diferencia para no engancharte.

      2. Responde con voz baja y firme. Cuando tú subes el tono, escalas. Cuando bajas el tono y mantienes control, invitas a la calma. La firmeza sin agresión transmite autoridad emocional.

      3. Activa un protocolo de escalamiento. El personal de piso no debe enfrentarse solo. Si un cliente se vuelve agresivo, un supervisor debe tomar la interacción. La autoridad serena desactiva conflictos.

         

      4. Cuida tu lenguaje corporal. Evita gestos de burla, impaciencia o reto. A veces, una sonrisa sarcástica o cruzar los brazos puede ser el fósforo que detona el incendio.

      5. Documenta todo, con calma. Lleva registro de incidentes, fechas, testigos. Si el cliente excede los límites legales, tendrás herramientas para actuar. Si es sólo una mala actitud, tendrás evidencia para analizarlo con el equipo y mejorar.


El Código Penal mexicano castiga las agresiones a trabajadores en ejercicio de su labor. Además, la empresa puede defenderse en instancias civiles, laborales y penales, siempre que se demuestre un actuar ético y preventivo de su parte.

La seguridad no solo es cámaras y alarmas. También es cultura de autocontrol, comunicación y empatía. Formemos equipos capaces de calmar una tormenta con una mirada, una palabra o una pausa inteligente.

 

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