La revolución tecnológica, para los niños y adolescentes, forma parte de su cotidianidad: nacieron en una sociedad que utilizaba ya las tecnologías informáticas y que, en poco tiempo, ha detonado un desarrollo impresionante y un crecimiento exponencial impactando, inexorablemente, la forma de educarlos, comunicarlos y divertirlos, así como la manera de entender al mundo y enfocarlo hacia el futuro.
Las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC), proponen grandes beneficios, pero implican, asimismo, el correr enormes riesgos. No podemos ni debemos, por temor, demorar el acceso de nuestros hijos a la red, pues es algo que impacta, en forma crítica, su desarrollo personal y profesional.
El teléfono inteligente, como la herramienta mayormente utilizada, es más que un dispositivo, pues se ha convertido en el apéndice de las personas, que influye en nuestras emociones y sentimientos: el 90% de los usuarios lo mantiene a menos de un metro de distancia las 24 horas del día, lo consulta diariamente unas 150 veces y, 1 de cada 3, cada 5 minutos.
Las personas del siglo XXI, por este motivo, forman parte de diferentes entornos participativos dentro de la era digital que, si bien les permite desarrollar habilidades sociales, cognitivas y emocionales de una forma extraordinaria, los expone a nuevos riesgos tales como el ciberbullying o grooming, por mencionar algunos, donde los jóvenes pueden ser fácilmente victimizados o convertirse, asimismo, en acosadores y/o delincuentes.
Cuando la tecnología pasa de ser un medio a convertirse en un fin, es preciso reflexionar respecto de la posibilidad de que la persona esté desarrollando un trastorno adictivo comportamental que, irremediablemente y amén de los riesgos asociados, le afectará de manera importante en su desarrollo al observarse en ella:
- Un patrón de sueño o alimentación alterados.
- Menor atención por la higiene.
- Cambio de estilo en sus formas de ocio y esparcimiento.
- Tipo de amigos.
- Cambios en su estado de ánimo, irritabilidad.
- Baja en el rendimiento académico.
- Demanda creciente de productos tecnológicos.
- Hurtos de dinero.
Debemos, como adultos, ocuparnos de comprender el contexto en el que se desarrollan las actividades de los menores e implementar una serie de medidas y acciones a fin de prevenirles y lograr su educación saludable en la era digital.
Considera el siguiente decálogo de buenas prácticas en lo concerniente al uso de tecnologías digitales:
- Los dispositivos tecnológicos deben ser adecuados al nivel de desarrollo del menor y sus necesidades de aprendizaje.
- Las oportunidades, riesgos y normas de uso de las tecnologías se deben conocer y explicar a los menores.
- Las tecnologías se situarán en espacios comunes y su uso se recomienda que sea compartido con los adultos.
- El tiempo de conexión con la tecnología se debe compartir con el de no conexión.
- Enseñar a los menores a tratar a los demás en las redes sociales, tal como les gustaría que se les tratara a ellos.
- No toda la información que existe en internet es fiable o válida, es preciso enseñar a los menores a ser críticos.
- Estar al día de la evolución de la tecnología, facilitará al adulto acompañar a los menores en su incorporación.
- Sé un ejemplo del uso responsable de internet. Enseña a los menores las herramientas que empleas.
- Permanece atento a cualquier situación que pueda ser un síntoma de adicción.
- Haz un uso razonable de la tecnología, sé coherente con las conductas que exiges a los menores.
- Los dispositivos tecnológicos deben ser adecuados al nivel de desarrollo del menor y sus necesidades de aprendizaje.
A fin de profundizar en el tema, te recomendamos ampliamente consultar el estudio Las nuevas tecnologías en niños y adolescentes. Guía para educar saludablemente en una sociedad digital, presentado por la asociación FAROS.