Nuestros seres queridos conforman la célula por la cual y para la cual vivimos. Todos desearíamos que nada le suceda a nuestra familia, no obstante, los deseos no son lo suficientemente poderosos para mantenerlos seguros; es preciso reflexionar si en realidad hemos hecho todo aquello que esté a nuestro alcance para prevenirlos y, más importante aún, reconocer si efectivamente ha sido bien asimilado por ellos.
Vivir seguros implica, más allá de la adquisición de productos e implementación de estrategias, la adopción de un estilo de vida basado en hábitos de seguridad. Por ello, el rol que jugamos los jefes de familia en el tema es determinante para preparar a todos y cada uno de los miembros de la familia a enfrentar el mundo de una forma tal que les permita desempeñarse adecuadamente en cualquier ambiente.
La seguridad es una condición que, como común denominador, debemos todos buscar y encontrar en los distintos ámbitos de nuestra vida; sus requisitos son simples: educación, capacitación, adiestramiento y actualización; en resumidas cuentas: prevención.
Nos lamentamos cuando alguno de nuestros seres queridos fue víctima de un delito. Nos lamentamos más cuando reconocemos que la persona no estaba debidamente prevenida y que, de alguna manera, hubiese podido o bien evitar la comisión del delito o bien haber sufrido una menor afectación. No olvidemos que los delitos se cometen por acciones, pero al mismo tiempo, por omisiones, por ello, en cierta forma, estaríamos siendo culpables si omitimos prevenir a los nuestros ante los riesgos que están expuestos.
Es un hecho que las autoridades tienen un reto enorme frente a ellas y que deberán realizar una profunda restructuración y reforzamiento en los sistemas de impartición de justicia. No obstante, como ciudadanía podemos, y debemos, aportar lo nuestro, lo cual implica el aprender a cuidarnos no sólo para no ser víctimas en lo personal, sino además para no fomentar la comisión de delitos en nuestra comunidad que, en muchas ocasiones, son cometidos por algunos miembros de la misma.
Por tanto, debemos vernos como una gran familia y comprender que en la medida en la que la prevención forme parte de nuestra vida diaria, y de las personas a nuestro alrededor, los espacios para operación de los delincuentes serán día a día menores. Si todos nos preocupamos por conformar nuestro “eslabón”, acabaremos conformando una importante cadena de seguridad en nuestra sociedad.
Es preciso que cada familia implemente un Plan de Seguridad, que contemple los aspectos necesarios para evaluar su nivel de riesgo y vulnerabilidad ante las amenazas. Dicho plan debe incluir a todos los habitantes en el hogar, incluidos los empleados domésticos y personal al servicio de la familia.
Para auxiliarnos en ello, hemos invitado al Lic. Enrique Tapia Padilla, experto en seguridad familiar, quien nos aporta valiosos consejos para tomarlos en consideración para implementar de manera eficaz nuestro propio plan de seguridad.