La violencia en la niñez es una realidad a nivel global. De acuerdo con los datos de encuestas representativas a nivel nacional, realizadas en 96 países, se calcula que mil millones de niños de todo el mundo -más de la mitad de la población infantil de 2 a 17 años de edad- sufrieron violencia emocional, física o sexual.
A pesar de su alta prevalencia, la violencia que sufren los niños suele estar oculta, pasar desapercibida o, bien, no ser denunciada; se estima que el abuso denunciado por los propios menores es 30 veces más alto y el maltrato físico 75 veces más alto que lo que se señala en informes oficiales.
Según Aldeas Infantiles, cada año 5.4 millones de niños y adolescentes, en México, son víctimas de abuso sexual, mientras que datos de la OCDE indican que, de cada 1,000 casos, sólo se denuncian 100 y, de éstos, únicamente el 10% llega a un juez. Uno de los factores por lo que los menores son mayormente vulnerables es la tolerancia social, ya que con frecuencia el abuso o explotación se percibe como normal y fuera del control de las comunidades, aspecto que, unido a la vergüenza, el temor y la creencia de que nadie puede ayudar, hace que los niveles de denuncia sean muy bajos.
Ante esta grave problemática, ante el consenso en torno a que no se tolerará por más tiempo este tipo de violencia a los niños y, sobre todo, ante la evidencia de que es posible prevenirla, un grupo de expertos de diversas organizaciones, a través de la Organización Mundial de la Salud, están proponiendo 7 estrategias para poner fin a la violencia contra los niños y niñas.
El modelo denominado INSPIRE considera:
Implementación y vigilancia del cumplimiento de las leyes.
Leyes que prohíban los castigos violentos a los menores impuestos por padres, las madres, maestros u otros cuidadores. Leyes que penalicen el abuso sexual y su explotación. Leyes que prevengan el uso nocivo del alcohol, así como leyes que limiten el acceso de menores a las armas.
Normas y valores.
Producir cambios en la adhesión a las normas sociales y de género restrictivas y nocivas. Programas de movilización comunitaria, así como intervenciones dirigidas a los espectadores pasivos.
Seguridad en el entorno.
Reducir la violencia mediante actuaciones específicas en las “zonas críticas”. Impedir la propagación de la violencia y mejorar el entorno construido.
Padres, madres y cuidadores reciben apoyo.
Por medio de visitas domiciliarias. Por medio de grupos en el entorno comunitario y por medio de programas integrales.
Ingresos y fortalecimiento económico.
Transferencias de dinero en efectivo. Asociaciones de ahorro y crédito combinadas con formación de equidad de género y microfinanciación combinada con formación en normas de género.
Respuesta de los servicios de atención y apoyo.
Enfoques de asesoramiento y terapia. Detección de casos en combinación con intervenciones. Programas de tratamiento para delincuentes juveniles en el sistema de justicia penal, así como intervenciones de acogimiento familiar, con participación de los servicios de bienestar social.
Educación y aptitudes para la vida.
Aumento en las tasas de matrícula en la educación preescolar, primaria y secundaria. Creación de un entorno escolar seguro y propicio. Mejoramiento del conocimiento de los niños acerca de los abusos sexuales y como pueden protegerse frente a ellos. Formación en aptitudes sociales y para la vida y programas dirigidos a adolescentes para la prevención de la violencia de pareja.
Ocúpate de conocer a detalle estas 7 estrategias INSPIRE ya que, si bien tenemos un grave problema que combatir, tenemos la oportunidad y la responsabilidad de hacerlo de la mejor forma.
Conoce el documento INSPIRE, Siete estrategias para poner fin a la violencia contra los niños y las niñas, elaborado, en su edición en español, por la Organización Panamericana de la Salud y celebra este Día del Niño de una manera diferente, proponiéndote hacerlos felices, implementando estas importantes estrategias.