La familia, nuestro ente social por excelencia, representa el lugar donde, para muchos, se gesta, en mayor o menor medida, por acción u omisión, un amargo ambiente en el que el agresor, utilizando alguna forma de poder que desequilibra su relación con el agredido, genera con crueldad, a pesar del “amor” que supuestamente subyace, violencia.
Esta situación, dentro de las familias, puede darse en contra de los menores, contra la pareja o contra adultos mayores, pudiendo ser, por la naturaleza de sus actos: física, sexual, síquica o privación (descuido, negligencia o sometimiento a carencias), constituyendo un fenómeno complejo que, en muchas ocasiones, no es reconocido o sencillamente “tolerado”.
Provoca en las personas graves afectaciones en su autoestima, desarrollo intelectual, creatividad y capacidad para relacionarse con los demás. Este tipo de conflictos, dentro de las familias, genera crisis, enfermedades, depresión, indefensión, discapacidad e incluso la muerte.
La exposición a tales actos, a través de los medios de comunicación, al igual que la presentada en videojuegos, tiene un alto potencial de generar conductas violentas. Lo que hoy se sabe sobre este complejo problema social, muestra indicios de que haberlo enfrentado, al recibirla directamente o ser testigo, aumenta la probabilidad de convertirse en victimario.
La exposición a eventos violentos entre padres, durante la infancia, incrementa la probabilidad de que, en la edad adulta, estos niños la perpetúen en forma intrafamiliar. Ser traumatizado, bajo el concepto de abuso infantil, transforma al individuo en potencial propagador del problema.
Para prevenir conflictos intrafamiliares es preciso:
- Informarse.
Para conocer y concientizarnos respecto de las diversas formas y expresiones con que se presenta, a fin de identificar los factores de riesgo y protección. - Respetarse.
Tratar a los demás como quisiéramos que nos traten, practicando la tolerancia y promoviendo la toma de decisiones conjuntas. - Controlarse.
Aprendiendo a controlar nuestras emociones (enojo, rabia, frustración) y educar o corregir a las personas, sin emplear dureza o crueldad. - Expresarse.
Evitando la sumisión y provocando una buena comunicación, diálogo y negociación con los demás. - Solidarizarse.
Compartiendo de forma igualitaria las tareas domésticas.
- Informarse.
Antes de preocuparnos por este fenómeno, debemos ocuparnos de observar al interior de nuestro propio hogar y reconocer si nuestra familia se encuentra en riesgo o se sufre algún tipo de maltrato, abuso o arrebatos.
No esperes a que una situación de este tipo suceda en tu familia o permitas la afectación de tus seres queridos en el corto, medio o largo plazo; los arrebatos violentos en la familia se pueden y se deben prevenir.
Para adentrarte en este tema, te recomendamos la lectura de los siguientes documentos:
- ¿Qué es la violencia familiar y cómo contrarrestarla? publicado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México.
- Prevención y Atención de tipo Familiar y de Género. Programa de Acción Específico, 2013-2018. Secretaría de Salud, México.
- Manual para la Formación de Facilitadores en la Prevención y Atención Familiar, publicado por el Instituto Paz y Esperanza.
- ¿Qué es la violencia familiar y cómo contrarrestarla? publicado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México.