Uno de los factores que contribuyen a la generación de violencia y delincuencia, lo constituye la enorme desigualdad que prevalece en el país, la cual se debe, en mucho, a la falta de desarrollo social producto de políticas públicas no integrales, que consideren elevar la educación e impulsar el mercado laboral.
Contrario a lo que sucede en otros países, en México el contar con un nivel educativo más alto, incluso habiendo logrado obtener un título universitario, no se traduce en mayores posibilidades de encontrar empleos de calidad y mejor remunerados, ni tampoco disminuye el riesgo de caer en el desempleo.
Esta situación es el resultado del mercado informal que existe en el país que, no obstante, de mostrar una tendencia a la baja, su gran tamaño condiciona el desarrollo de las empresas formales y de la sociedad en su conjunto.
México ocupó, en 2019, el nivel más bajo de productividad laboral en los países que conforman la OCDE, mientras que un informe de Statista de países más productivos, para 2020, lo colocó en penúltimo lugar, sólo por arriba de Sudáfrica, en un listado de 44 países, con un 80% menor que la productividad en economías desarrolladas.
El nivel de educación de la fuerza laboral mexicana se sitúa muy por debajo del promedio de la OCDE. En 2018, el 32% de los adultos entre 25 y 64 años, con un nivel de estudios inferior a la educación media superior, ganaban la mitad o menos de la mitad del ingreso medio, 5% por encima del promedio de la OCDE.
No debemos perder de vista que, en México, la mayoría de los alumnos abandonan el sistema educativo cuando se encuentran cursando estudios de nivel medio superior pues, amén de las deficiencias en las instituciones educativas, las personas se enfrentan a una alternativa muy viable: trabajar en el sector informal.
De acuerdo con Statista, en 2021, 57.4% de los trabajadores del país tenían un vínculo laboral informal.
Los empleos dentro del sector informal, desafortunadamente, no ofrecen un ingreso estable, una atención médica integral, ni oportunidades de recibir capacitación, así como tampoco contar con pensión para vejez, ni acceder a servicios financieros.
Los trabajadores informales quedan atrapados en trabajos con baja exigencia de competencias y carecen de oportunidades para hacer una transición a empleos de mayor calidad.
La baja educación y la informalidad conforman los ingredientes perfectos para permear los ambientes de inseguridad a nivel personal, familiar, comunitario y social, donde la violencia y delincuencia no son más que el resultado obvio de las circunstancias.
Dichas circunstancias son pasajeras, no condiciones, las cuales podemos y debemos cambiar. ¿Qué debemos hacer?, ampliar las oportunidades de los estudiantes de nivel medio superior para que continúen con sus estudios, aumentar la calidad de la educación, reducir la informalidad, mejorar el entorno para la innovación y el entorno general de los negocios en el país.
Para saber cómo hacerlo, te recomendamos la lectura del documento Políticas prioritarias para fomentar las habilidades y conocimientos de los mexicanos para la productividad y la innovación, publicado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos.