Siendo la violencia y delincuencia problemas multifactoriales, no existe receta única ni estándar que podamos implementar para revertirlas. Si bien el control y castigo tienen, en alguna medida, un efecto preventivo cuando logran disuadir a un potencial transgresor de la ley, la prevención es, por mucho, el mejor camino a seguir y que, no obstante de que puede implicar un largo recorrido, lo tenemos que emprender.
Un enfoque exitoso, en materia de prevención de violencia, es el enfoque epidemiológico. Es decir, entendiendo a la violencia como un problema de salud pública y con base en conceptos y metodologías de la epidemiología y salud pública, identificar factores de riesgo que, al focalizarlos, hace posible que la violencia y delincuencia disminuyan.
El enfoque epidemiológico, de acuerdo a las características y necesidades del grupo objetivo, considera 3 niveles de intervención que deben, a su vez, implementar acciones en los ámbitos social, comunitario y situacional:
1. Prevención primaria.
Dirigida a la población en general, sin responder a una necesidad en específico, es decir, actúa sobre los contextos sociales y situacionales que favorecen la violencia.
- Ámbito social.
Se debe trabajar en temas de prevención temprana de violencia intrafamiliar, educación y socialización, mediante campañas masivas de comunicación que fomenten e impulsen la vigilancia vecinal sobre los problemas estructurales. - Ámbito comunitario.
Establecer una policía comunitaria, promover la organización vecinal y motivar a la comunidad a tomar decisiones en proyectos de corto alcance. - Ámbito Situacional.
Atender asuntos de urbanismo, focalizándose en puntos críticos, con el fin de disminuir las oportunidades de los delincuentes, amén de instalar sistemas de alerta vecinal y reforzar la seguridad física.
- Ámbito social.
2. Prevención secundaria.
Enfocada a grupos de riesgo específicos y sus necesidades, particularmente niños, adolescentes y mujeres que enfrentan problemas de violencia o que han sido víctimas y requieren tratamiento y apoyo para evitar ser revictimizados o para prevenir que se conviertan, en el futuro, ellos mismos en victimarios.
- Ámbito social.
Es preciso trabajar con grupos de riesgo a fin de potenciar los factores de protección en torno a ellos, así como buscar el regenerar y consolidar el tejido social de la comunidad. - Ámbito comunitario.
Impulsar a los miembros de la comunidad para que se conviertan en agentes ejecutores de proyectos de corto alcance, fomentando en ellos la mediación para la resolución de conflictos. - Ámbito situacional.
Diseñando medidas dirigidas a grupos de alto riesgo.
- Ámbito social.
3. Prevención terciaria.
Dirigida a grupos específicos de personas que cometieron infracciones a la ley y que han ingresado al sistema penal, con el objetivo de promover, en lo posible, su rehabilitación y reinserción social.
- Ámbito social.
Se debe trabajar básica y fundamentalmente en programas de reinserción social de delincuentes. - Ámbito comunitario.
Promover en y desde las comunidades, programas de empleo que ofrezcan a la persona la oportunidad de un nuevo comienzo en ambientes formales de trabajo.
- Ámbito social.
En realidad, y en estricto rigor, únicamente la prevención primaria podría considerarse propiamente como prevención, pues la prevención secundaria implica tratamiento y la terciaria rehabilitación. No obstante, el trabajar e implementar los 3 niveles de intervención, propone buenos efectos preventivos a futuro.
Por lo anterior, y para evitar que la “epidemia” de la violencia y la delincuencia se propague, debemos prevenirnos y actuar, identificando los problemas, proponiendo soluciones realistas, asumiéndonos, los ciudadanos, como los verdaderos agentes de cambio e involucrar a los miembros de la comunidad, las autoridades y las organizaciones civiles para llevar a cabo estrategias de prevención.