En nuestro newsletter anterior, compartimos los hallazgos más recientes sobre la expansión del mercado mundial de drogas, el aumento en la producción de cocaína, la violencia que genera el narcotráfico y el ascenso preocupante de las drogas sintéticas. Pero hay una dimensión del problema que pocas veces se discute con la seriedad que merece: la desigualdad estructural y el abandono institucional que hacen más profundas las heridas que estas sustancias dejan en nuestras comunidades.
Los datos más recientes revelan que las personas que consumen drogas no enfrentan únicamente los efectos de las sustancias, sino también la exclusión, la falta de atención médica y el estigma social. Las mujeres, por ejemplo, tienen menos acceso a tratamiento y más probabilidades de ser juzgadas o castigadas, especialmente si son madres, si viven en pobreza o si provienen de contextos violentos.
En paralelo, los jóvenes —cada vez más expuestos al consumo en edades tempranas— se enfrentan a un entorno digital donde las drogas se ofrecen con facilidad y se promueven sin control. Hoy en día, es más probable que un adolescente escuche hablar de una sustancia nueva a través de un “reto viral” que en un aula de clases o en casa.
También se ha documentado que, tras procesos de legalización o despenalización del cannabis en varios países, han aumentado no solo los consumidores, sino también los casos de trastornos psiquiátricos vinculados al uso crónico. Esto genera nuevos dilemas: ¿cómo regular sin invisibilizar los riesgos? ¿Cómo proteger sin retroceder?
Y si eso fuera poco, seguimos viendo la aparición constante de nuevas sustancias psicoactivas. Son drogas que cambian apenas un átomo para evadir controles legales y que, sin embargo, pueden ser letales. Esta carrera química es silenciosa pero letal, y América Latina no está exenta: muchas de estas sustancias ya han sido detectadas en nuestros mercados, aunque todavía no contemos con la capacidad suficiente para identificarlas o tratarlas oportunamente.
Una realidad que incomoda… pero que urge transformar
La lectura honesta de esta problemática nos obliga a preguntarnos: ¿cuánto tiempo más vamos a seguir enfocándonos solo en el narcotráfico, sin atender las condiciones que permiten que las drogas sigan haciendo tanto daño?
América Latina no solo debe endurecer su respuesta contra las redes criminales, sino también reconstruir el tejido social que ha sido debilitado por décadas de omisión, miedo y respuestas parciales.
Reflexionemos juntos:
- ¿Qué significa realmente prevenir el consumo de drogas en una comunidad donde no hay oportunidades reales de desarrollo?
- ¿Cuáles son las estrategias de educación, salud y reintegración que verdaderamente pueden funcionar en contextos rurales, urbanos marginales o entre migrantes?
- ¿Qué rol estamos jugando como ciudadanía, como sector privado, como instituciones educativas y como medios de comunicación en esta tarea?
- ¿Por qué seguimos delegando la solución de este problema exclusivamente a las fuerzas de seguridad?
- ¿Qué significa realmente prevenir el consumo de drogas en una comunidad donde no hay oportunidades reales de desarrollo?
Te invitamos a conocer más, a informarte con evidencia y a formar parte del cambio. En nuestro sitio encontrarás análisis, recursos, entrevistas y propuestas concretas para sumar tu voz a esta conversación.