El acoso escolar de tipo verbal, físico, psicológico, de índole sexual, material o cibernético, constituye un grave problema que sufren niños, niñas, adolescentes y jóvenes en todo el mundo, afectando su bienestar, desarrollo y el ejercicio pleno de sus derechos y responsabilidades.
Esta violencia entre estudiantes representa una forma de discriminación de unos a hacia otros, por sus características o su forma de vida: orientación e identidad de género, nacionalidad, situación migratoria, etnia, condición socioeconómica, condición de salud, discapacidad, creencias religiosas, opiniones, prácticas basadas en estigmas sociales o embarazo entre muchas otras.
Las víctimas de bullying sufren afectaciones en su salud física, psicológica, impacto negativo en sus relaciones familiares y sociales, consecuencias en su vida escolar llegando, en casos extremos, a sufrir lesiones o, incluso, a orillarlas al suicidio.
El acosador o “bullie” es un manipulador con una actitud excluyente, que suele haber sido testigo de algún tipo de violencia en el ámbito familiar, escolar o comunitario, que considera este tipo de conductas como “normales”. Tiene influencia sobre las personas, puede convertirse en un líder y su poder ser validado dentro del grupo.
Este tipo de personas son impulsivas y confrontativas, carecen de empatía y pierden con facilidad el control. No tienen tolerancia a la frustración y, lejos de tener amigos, poseen seguidores que les temen y respetan. No seleccionan a sus víctimas al azar.
Los testigos del acoso son observadores que o bien reprueban la acción pero, por temor, no hacen nada, o incluso apoyan al agresor de manera abierta.
Muchos estudiantes viven tan acostumbrados a este tipo de violencia, que lo ven como un hecho normal y aceptado. Constituyen, sin embargo, víctimas indirectas del bullying, que pueden llegar a comportarse, manifestar y sufrir las mismas consecuencias del agresor o de la víctima.
Ante esta terrible realidad es preciso tomar medidas inmediatas de protección y realizar acciones educativas de prevención.
En esta tarea se deben involucrar activamente las escuelas, los padres de familia y, desde luego, los alumnos y toda la comunidad educativa, estableciendo un protocolo de actuación que contemple 8 pasos fundamentales:
- Detección de la situación de bullying.
- Comunicación a la dirección.
- Atención de la situación.
- Comunicación con las familias.
- Entrevista con todas las partes.
- Definir las medidas a seguir con las diferentes partes.
- Seguimiento a la implementación de las medidas.
- Medidas y/o acciones para restaurar la convivencia.
Es preciso reconocer que este problema existe en una u otra medida en nuestra comunidad escolar y que como padres, alumnos, directivos o docentes, no debemos esperar a que una situación extrema de bullying escolar encienda la alerta, pues quizá sea demasiado tarde para revertir sus afectaciones.
No seas parte de la gente que simplemente reacciona y acciona hoy mismo la prevención del acoso en tu comunidad escolar.
Para que obtengas una mejor visión y orientación, ponemos a tu disposición el Protocolo de actuación en situaciones de bullying, publicado por el Ministerio de educación Pública, Dirección de Vida Estudiantil (MEP) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Además, te recomendamos leer el artículo ¿Qué hacer para reducir el bullying?, y consultar el capítulo de Seguridad Escolar del Manual de Seguridad.
¿Tienes alguna experiencia exitosa para prevenir el acoso o alguna idea que desees compartir? Agradecemos tus comentarios.