El abuso del poder público para beneficio privado, se encuentra manifiesto en la cotidianidad de muchas sociedades pero, de manera muy particular y especial, en la sociedad mexicana. La corrupción se ha convertido, en México, en una cultura donde infinidad de personas deciden emprender, al margen de la legalidad y la moralidad, una vida corrupta para alcanzar riqueza y poder.
Así, distinguidos “políticos” y “empresarios”, en México y de todo nivel, han sido protagonistas de numerosos escándalos de corrupción, tales como desfalcos al erario, sobornos, pagos irregulares, conflictos de interés, desvío de recursos, tráfico de influencias, licitaciones amañadas y facturas con sobreprecios, en los cuales la impunidad conforma el común denominador que facilita el que sus fórmulas continúen replicándose una y otra vez.
Si bien resulta imposible conocer el número exacto de actos de corrupción, se han desarrollado en el mundo diversas metodologías para su medición a través de 3 categorías de encuestas:
- De percepción sobre la extensión y frecuencia de la corrupción.
- Sobre la participación o exposición a una conducta clasificada como acto de corrupción.
- De actitudes y valores frente a los actos de corrupción propios o de otros.
En México, los niveles de percepción de la corrupción son escandalosos y alarmantes, los intentos por reducirlos han sido un rotundo fracaso: en 2020, de acuerdo con Transparencia Internacional, el país obtuvo 31 puntos de 100 posibles y el lugar 124 de 180 países, en el Índice de Percepción de la Corrupción.
El World Justice Project reprobó a México, al ubicarlo en el lugar 113 de 139, y como uno de los países más corruptos, mientras que Anti-Corruption Working Group lo sitúa en la posición 11, con 4.25 puntos, en el Índice de Capacidad para Combatir la Corrupcion, mismo que es desarrollado por el G20 y que no dista de aquellos que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde el país es percibido como el más corrupto.
El Índice de Estado de Derecho del Proyecto Mundial de Justicia 2021, ubica a México entre los 26 países donde los servidores públicos son los más corruptos, superando sólo a Bolivia, Haití, Honduras, Nicaragua y Venezuela en América Latina.
Paradójicamente, México está dentro de las primeras 20 economías del mundo.
La corrupción, sin embargo, no se limita al sector público, se da en el sector privado y entre particulares, por su conveniencia, gusto, ambición, codicia y necesidad.
Ante ello, y gracias a la presión ejercida por diversas organizaciones de la sociedad civil, fue aprobada en el país la creación de un Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), con el fin de prevenir, detectar y sancionar los actos de corrupción.
Como ciudadanía informada, por tanto, no podemos cruzarnos de brazos, esperando que el mismo gobierno resuelva el problema, pues su sistema parasitario difícilmente lo logrará, ya que evidentemente no lo desea.
Por estos motivos, a través de la conformación y participación en los observatorios creados por la sociedad y las diversas organizaciones civiles, debemos observar, supervisar, auditar y, desde luego, ocuparnos de denunciar, perseguir y castigar ejemplarmente a todos los corruptos, a fin de garantizar el desarrollo económico, político y social que merece el país.
No seas un espectador más del abuso, conviértete en un protagonista del cambio, para que tus hijos puedan vivir en ese México por el que han trabajado tus antepasados.
Adéntrate en el tema, conoce el estudio México: Anatomía de la Corrupción, realizado por el Centro de Investigación y Docencia Económicas A.C. y el Instituto Mexicano para la Competitividad A.C.