Si bien el deterioro de la seguridad ciudadana se debe, en mucho, al crecimiento urbano acelerado y desordenado, a los cambios en la estructura familiar con hogares monoparentales y fallas en el sistema escolar, amén de la incapacidad del Estado para combatir el delito, la inequidad y la exclusión persistente en la sociedad, plantea escenarios donde se cometen diversos delitos, ahora de tipo aspiracional.
El delito aspiracional tiene una explicación multidimensional, dentro de la cual, la precariedad del empleo, la inequidad y la falta de movilidad social limitan las posibilidades legítimas de ascender en la escalera social.
Es preciso considerar que las personas en situación de pobreza no son necesariamente quienes cometen delitos, tanto como quienes tienen aspiraciones para alcanzar las metas de consumo (ropa de marca, accesorios de moda y símbolos de estatus) establecidas por una sociedad cuyos principios y valores están basados en cosas materiales.
En ese sentido, y para quienes piensen que los delincuentes no trabajan, vale la pena rescatar el dato del Informe Regional de Desarrollo para América Latina 2013-2014 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que reveló que en las cárceles de México el 85.9% de los internos trabajaban al mismo tiempo que delinquían, porcentaje semejante al de Perú (88.7%), El Salvador (84.6%), Brasil (70.2%), Argentina (69.7%) y Chile (60.3%).
De hecho, prácticamente la mitad de los reclusos, en esos países, comenzaron a trabajar cuando tenían menos de 15 años e, incluso, alrededor de un 10% de ellos, antes de los 9 años.
Esta situación nos debe plantear varios temas de reflexión ligados, en buena medida, a la educación: por un lado, el apostar a la educación para lograr mayores y mejores empleos de calidad ya que, de otra manera, los empleos mal pagados perpetuarán las condiciones de desigualdad, limitando las aspiraciones de consumo y abriendo la puerta al delito como opción para satisfacerlas.
Por otro lado, el replantearnos las formas en las cuales debemos educar a nuestros hijos, proponiéndoles mayormente estímulos morales que materiales, orientándolos a temas culturales y medioambientales y fomentando en ellos los principios de responsabilidad, participación y transparencia, así como valores tales como el respeto, la tolerancia, equidad, solidaridad, compromiso, honestidad y lealtad.
Estos asuntos no dependen de la policía ni del gobierno, dependen de nosotros, como ciudadanía y como padres de familia, para que desde nuestros hogares y comunidades podamos formar personas con un alto potencial humano que se manifieste por encima de la violencia y la delincuencia.
¿Qué opinas? ¿Apostamos a la educación?
Como complemento a esta lectura, te recomendamos consultar el Informe Regional de Desarrollo Humano 2021, presentado por el PNUD.