El libro rojo

Información que salva vidas
Alberto Lascurain

“En seguridad no hay segundas oportunidades.”

Alberto Lascurain

Ingeniero Industrial, Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM. Certificado en instalación de sistemas de alarma, detección de fuego, circuito cerrado de televisión, control de acceso, blindajes, protección perimetral, detectores de metales y explosivos por las principales marcas internacionales del rubro.

Miembro de ASIS International y de Consejo Nacional de Seguridad Privada desde hace más de 25 años. Consultor de las Fuerzas Armadas de México. Conferencista en Asistencia Social.

Fue Subdirector General de Seguridad en el Gran Premio de México Fórmula 1 (1984-1990).  Ha capacitado a personas físicas y morales en la elaboración de procedimientos, diseño y equipamiento de sistemas de seguridad electrónica y de protección física.

Con una trayectoria de más de cuatro décadas, se ha desempeñado como auditor a empresas de seguridad y organizaciones transnacionales líderes en la industria de productos de consumo, minera y de seguros.

Actualmente, es CEO de una importante empresa dedicada al diseño e instalación de sistemas de seguridad, así como a la consultoría y capacitación en protección ejecutiva.

El ‘Libro Rojo’ es una recopilación de información sensible e importante de cada uno de nosotros y de nuestros familiares, y surgió ante la eventualidad de que algo pase en nuestras vidas, aun siendo jóvenes.

Desde mi experiencia personal, esta necesidad se volvió evidente tras la pérdida repentina de un familiar cercano que no llegaba a los 40 años. Ese acontecimiento me marcó profundamente y me obligó a reflexionar sobre lo poco preparados que estamos ante situaciones críticas. Fue ahí cuando decidí comenzar a anotar y recopilar todo lo que podría necesitar mi familia si algo me sucediera.

Con el tiempo, este ejercicio tomó forma y estructura hasta convertirse en lo que hoy llamo el ‘Libro Rojo’. Esta herramienta está pensada no solo para tener a la mano documentos como actas, seguros, contraseñas y datos médicos, sino para permitir que quienes me rodean puedan actuar sin titubeos en caso de emergencia.

En el ámbito de la seguridad, estamos acostumbrados a anticiparnos a los riesgos, pero solemos olvidar aplicarlo en nuestra vida personal. El ‘Libro Rojo’ es mi forma de cerrar esa brecha, de aplicar lo que predico. Es una guía clara para mi familia, una forma de protección silenciosa pero poderosa. Y aunque al principio fue un acto privado, hoy lo comparto como un modelo de prevención útil para cualquier persona que valore la certidumbre y la paz.

Además, he descubierto que este ejercicio me ha ayudado a conocerme mejor. Al reunir y clasificar todos mis documentos, reflexiono sobre mis decisiones pasadas, mis relaciones personales y profesionales, y sobre los valores que quiero transmitir. Es una forma de hacer inventario no solo de lo material, sino también de lo emocional y lo simbólico.

Por eso, invito a todos a considerar el ‘Libro Rojo’ como un proyecto de vida. No se trata de un archivo más, sino de una herramienta poderosa que acompaña y protege. Un documento que puede salvarte a ti y dar claridad a quienes más te quieren en los momentos más oscuros.

Tener toda esta información en un solo sitio y a disposición de las personas elegidas, puede ser simplemente la diferencia entre la vida o la muerte, ante una emergencia.

Lo digo con absoluta convicción. En una situación de crisis, ya sea un accidente, una hospitalización o una pérdida, el tiempo y la claridad son esenciales. No tener que buscar papeles, recordar claves o pelearse por decisiones médicas o patrimoniales, alivia una enorme carga emocional y práctica para la familia.

El ‘Libro Rojo’ permite actuar de inmediato. Saber qué seguro está vigente, qué hospital corresponde, quién es el doctor de cabecera o qué cuentas existen, cambia radicalmente la forma en que se enfrentan esos momentos. No se improvisa. Se ejecuta con conocimiento.

Además, esta herramienta ofrece tranquilidad. Saber que tus seres queridos tienen a la mano todo lo necesario para continuar, incluso en tu ausencia, es una forma de amor y de responsabilidad. No se trata de control, sino de cuidado. Es dejar instrucciones claras para evitar el caos cuando lo único que debería importar es sanar o despedirse.

Por eso creo que el ‘Libro Rojo’ no solo es útil: es imprescindible para toda persona que quiera vivir con orden, previsión y respeto hacia quienes dependerán de nuestras decisiones, incluso cuando ya no estemos.

Primeramente, no saber por dónde empezar, saber si tiene uno el poder o la autoridad para tomar decisiones, y sobre todo cómo poder hacerles frente.

He visto muchos casos en los que, ante una tragedia, la familia entra en un estado de parálisis. No saben a qué hospital llevar al afectado, si tiene seguro, si hay una persona autorizada para tomar decisiones médicas, o si existe un testamento. Esa incertidumbre genera angustia, discusiones y decisiones equivocadas.

En lo personal, yo no quise que mi familia pasara por eso. Tener todo documentado, claro y accesible les da tranquilidad. No tienen que adivinar. Saben qué pasos seguir, a quién acudir y qué herramientas tienen. Eso les da fuerza para enfrentar lo más difícil: el duelo o la recuperación.

Cuando no hay orden documental, también se corre el riesgo de perder activos, de pagar multas innecesarias o de dejar asuntos legales sin resolver. Es más fácil que personas externas se aprovechen de la situación, que se extravíen documentos importantes o que los bienes queden en disputa.

Por eso insisto tanto en que el ‘Libro Rojo’ no es solo un archivo. Es una guía. Un respaldo. Un mapa que ayuda a moverse cuando todo lo demás se desmorona.

Dentro de los elementos imprescindibles están: historial clínico, tipo de sangre, actas de nacimiento, actas de matrimonio, actas de defunción de padres y abuelos, cartilla militar, testamentos, información digital (administración después de fallecido), tutores para hijos menores de edad, servicios funerarios (nichos, panteón, etc.), doctores (nombre, teléfono, dirección, especialidad, etc.), medicinas y tratamientos (especificar), escrituras (bienes inmuebles, etc.), facturas (autos, joyas, etc.), pasaportes (vigencia), visas (vigencia), líneas celulares y fijas, televisión por cable, televisión satelital, o por medios electrónicos (Amazon, Netflix, etc.), computadoras y sus contraseñas, cuentas y contraseñas (correos electrónicos, Dropbox, etc.), cuentas de cheques (bancos, firmas, etc.), fideicomisos, cuentas de ahorro (bancos, firmas, etc.), cuentas de inversión (entidad financiera, vencimiento, firmas, etc.), tarjetas de crédito y adicionales (entidad financiera, pagos diferidos), préstamos (entidad financiera, personal moral, persona física, monto vigencia, etc.), seguros (vida, accidentes, gastos médicos, mayores, coches, casa, etc.), seguros (aseguradora, ejecutivo de cuenta, teléfono, etc.), registros en SAT, IMSS o ISSSTE (pensiones, etc.), actas constitutivas (empresas, asociaciones, etc.), socios (nombres, domicilios, teléfonos, etc.), empleados (nombres, domicilios, teléfonos, etc.), relación de acreedores y de deudores, contador (persona física, persona moral, nombre, teléfono, dirección), proveedores principales (nombre, ejecutivo de cuenta, teléfono, etc.), lista de amigos y enemigos principalmente, si está registrado como donador voluntario y lo referente a la ley de voluntad anticipada.

Además, se recomienda elaborar un Plan de Continuidad de Negocio (familiar y/o empresarial) y Elaborar un Plan Personal de Protección Civil Familiar (sismos, incendios, choques, robos, centros comerciales, hoteles, conciertos, etc.) tanto local como en el extranjero.

Lo enlistado anteriormente, más los particulares de cada persona que elija hacer su ‘Libro Rojo’.

Cada quien debe adaptar su ‘Libro Rojo’ a su situación, pero lo descrito anteriormente es una base que considero esencial.

Toda esa información puede salvar una vida en un hospital. He vivido lo que es llegar con un familiar a urgencias y no tener claro si está asegurado. No se lo deseo a nadie, todos debemos reconocer quién podría representar un riesgo, y tener todo eso a la mano no solo te prepara: te da paz.

Crear una carpeta encriptada, que se encuentre en la computadora y en una memoria USB, además de que cada involucrado conozca la ubicación de la carpeta y de la memoria, y conozca los códigos para desencriptar la información.

Ese es el método que yo utilizo, y me ha funcionado muy bien. No se trata de esconder la información, sino de custodiarla de forma responsable. Quienes tienen acceso lo saben, y han sido elegidos con cuidado. No es información para compartir con cualquiera.

En situaciones donde se requiere acceso rápido —como una urgencia médica—, tengo un respaldo con la información más importante en un dispositivo portátil que llevo conmigo. Contiene datos básicos de salud, seguros y contactos de emergencia. Es útil sin ser invasivo.

También recomiendo tener una rutina de actualización y control. No basta con guardar todo y olvidarse. Hay que revisar contraseñas, cambiar claves, y verificar que los documentos sigan vigentes. De lo contrario, podrías encontrarte con datos obsoletos justo cuando más los necesitas.

La confidencialidad y la accesibilidad no están peleadas. Con la estrategia correcta y la confianza bien depositada, el ‘Libro Rojo’ se convierte en una herramienta poderosa, segura y efectiva.

Es fundamental, pero sobre todo, debemos aclarar que el término familiar se refiere a esposo, esposa e hijos, y si estos últimos son menores, se podría incluir a papás y/o hermanos.

Desde el principio, yo involucré a mi familia. Les hablé con franqueza, sin dramatismos, pero con claridad. Les expliqué qué es el ‘Libro Rojo’, dónde está, qué contiene, y qué espero de ellos si alguna vez tienen que usarlo. No fue una conversación fácil, pero sí necesaria.

Mis hijos saben qué hacer en caso de que yo falte o sufra una emergencia. Cada uno tiene un rol, un nivel de acceso, y una responsabilidad asignada. Les he hecho partícipes del proceso para que no se sientan abrumados si llega el momento. La información por sí sola no basta; hay que saber interpretarla y actuar.

He aprendido que la prevención no se enseña con miedo, sino con amor. Educar a la familia es garantizar que el ‘Libro Rojo’ no se convierta en un archivo olvidado, sino en una herramienta viva. Incluso hemos hecho simulacros, ejercicios prácticos, y eso ha fortalecido nuestra preparación.

Hoy puedo decir que mi familia no solo conoce el contenido del ‘Libro Rojo’. Lo entiende. Lo respeta. Y sabe que fue hecho por amor a ellos.

Como toda información, esta debe ser actualizada cada que alguna de ella cambie, como por ejemplo, los datos clínicos.

En cuanto a quiénes deben tener acceso al ‘Libro Rojo’, este será determinado para cada uno de los que lo creen.

En mi caso, he establecido revisiones semestrales, aunque a veces actualizo antes si hay cambios importantes: un nuevo seguro, un cambio de doctor, un nuevo número de cuenta.

No hay que esperar a que pase algo para poner todo en orden.

El acceso, por supuesto, debe ser limitado. Solo personas de absoluta confianza, que tengan la madurez emocional y la capacidad de actuar en crisis. En mi caso, mi esposa y mis hijos tienen ese privilegio-responsabilidad.

Cada uno sabe qué parte del libro debe consultar y cómo proceder. No todos necesitan todo. Lo importante es que haya coordinación, claridad y una red que funcione aun si uno de los miembros clave no está disponible.

Actualizar y compartir de forma consciente garantiza que el ‘Libro Rojo’ no sea solo una carpeta guardada, sino una herramienta útil y vigente.

Por medio de la difusión y la experiencia.

He integrado esta práctica no solo en mi vida personal, sino también como parte de mi labor profesional. Cuando doy asesorías o charlas sobre seguridad, siempre menciono el ‘Libro Rojo’. Es una forma concreta de hablar de prevención con impacto real.

Muchos empresarios y profesionales de seguridad ya han comenzado a adoptar esta herramienta. Lo adaptan a sus contextos, lo amplían, lo digitalizan. Eso me confirma que no se trata de un esfuerzo aislado, sino de una necesidad latente en distintos sectores.

A nivel patrimonial o corporativo, también aplico estos principios. Documentar protocolos de sucesión, definir responsables ante una crisis, establecer redes de respaldo… Todo eso puede y debe integrarse a una estrategia más amplia de protección.

El ‘Libro Rojo’ es el punto de partida para construir una cultura de prevención. Cuando alguien lo ve funcionando, se convence. Y cuando lo vive, lo recomienda. Esa es la fuerza de la experiencia.

En un par de ocasiones que sin planearlas, han puesto a mi familia a prueba, teniendo que aplicar varios conceptos importantes, permitiéndoles salir adelante, siendo yo mismo prueba de ello.

Recuerdo momentos en los que una llamada inesperada nos cambió el día: una urgencia médica, y también recuerdo la serenidad con la que mi familia supo actuar, porque sabía qué hacer. No hubo caos. Hubo acción.

En mi trabajo, he visto muchos casos en los que la falta de preparación documental ha generado conflictos familiares, pérdidas económicas, e incluso crisis que pudieron haberse evitado. Esos ejemplos me han reforzado la convicción de seguir mejorando mi propio ‘Libro Rojo’.

También he compartido esta herramienta con amigos y colegas. Algunos se han animado a hacer su versión, y después me han agradecido cuando les salvó de un problema. Eso me confirma que no es una exageración, sino una inversión real en seguridad.

Todo esto me reafirma que el ‘Libro Rojo’ no es solo un documento. Es una filosofía. Es una muestra de responsabilidad, y también de cariño por quienes podrían tener que enfrentar la vida sin nosotros.

Lo primero, es el deseo de tenerlo por su propio bien y el de sus seres queridos, y luego ir dándole forma poco a poco, a mí me llevó un año el tenerlo, y llevo 15 años actualizándolo.

Mi consejo es que no se intimiden por la magnitud del proyecto. Empiecen con lo esencial: actas, documentos médicos, seguros, contraseñas importantes. No tiene que ser perfecto al inicio. Lo importante es comenzar.

Después, asignen responsables. Hablen con su familia. Expliquen lo que están haciendo y por qué. Involucren a las personas que podrían actuar en su nombre si es necesario.

Usen tecnología con criterio. Carpeta cifrada, memoria USB, respaldos. Pero también mantengan una parte física. No todo debe ser digital.

Y, sobre todo, entiendan que esto no se hace por miedo, sino por amor. Por cuidar de los suyos, incluso en la ausencia. Así se construye verdadera paz.

Manual de Seguridad - Emblema

COMPARTE EN TUS REDES

>> Regresar a Colaboradores