El cierre de año trae celebraciones, viajes, compras y una mayor circulación de dinero, personas e información. Este contexto, predecible año con año, también es aprovechado por la delincuencia, que ajusta sus modus operandi a los hábitos estacionales de la población. No se trata de generar miedo, sino de entender patrones para reducir vulnerabilidades.
Sin entrar en cifras específicas -que cambian constantemente-, las denuncias de fin de año suelen concentrarse en algunos delitos recurrentes:
- Fraudes y estafas, especialmente digitales.
- Robos a casa habitación, aprovechando ausencias prolongadas.
- Robo a transeúnte y asaltos, en zonas comerciales y de alta afluencia.
- Extorsión telefónica y digital, con narrativas cada vez más elaboradas.
- Robo de vehículo y autopartes, en estacionamientos y vía pública.
Lo relevante no es solo el delito, sino cómo está evolucionando. La delincuencia rara vez inventa algo completamente nuevo; lo que hace es adaptar prácticas conocidas a nuevas tecnologías y contextos sociales:
Fraudes digitales “temporales”: ofertas falsas de viajes, boletos, hospedaje o paquetes “irrepetibles” ligados a Navidad, Año Nuevo o Reyes.
Suplantación de identidad: mensajes o llamadas que aparentan venir de bancos, empresas de mensajería, plataformas conocidas o incluso familiares.
Extorsión emocional: llamadas que generan urgencia, miedo o culpa (“un familiar detenido”, “un paquete retenido”, “un cargo no reconocido”).
Vigilancia previa: en robos a casa habitación, el delito suele comenzar días antes, observando rutinas, ausencias y publicaciones en redes sociales.
Robos oportunistas: delincuentes que no “buscan víctimas”, sino descuidos; bolsas visibles, celulares en mano, vehículos sin medidas básicas.
La prevención: menos recetas, más conciencia
Más que memorizar listas, la prevención efectiva parte de comprender el contexto:
Nada verdaderamente importante se resuelve con prisa. La urgencia es una herramienta clásica del engaño.
La información personal es un activo. Compartir de más —en persona o en redes— facilita el trabajo del delincuente.
La ausencia se planea. Viajar implica prever quién observa, quién cuida y qué señales dejamos.
El entorno habla. Zonas saturadas, distracciones colectivas y rutinas alteradas elevan el riesgo.
La prevención no es paranoia, es anticipación razonable.
Cada temporada decembrina confirma lo mismo: la inseguridad no es aleatoria, sigue patrones. Entenderlos no nos convierte en expertos, pero sí en ciudadanos menos vulnerables.
Cerrar el año informados, atentos y corresponsables no garantiza que nada ocurra, pero reduce significativamente las probabilidades de ser víctimas. La prevención no elimina el riesgo, lo gestiona.
Porque la seguridad no empieza cuando algo sucede, sino cuando decidimos no ignorar lo que ya sabemos