En muchas zonas urbanas y rurales de México y América Latina, las pandillas, células criminales y grupos radicalizados no sólo imponen miedo: también seducen y reclutan jóvenes, a veces desde los 10 ó 12 años. Prometen pertenencia, respeto, dinero fácil y “familia”, cuando en realidad sólo ofrecen violencia, control y muerte temprana.
El reclutamiento criminal no siempre se da a la fuerza. Muchas veces comienza con regalos, amistad o “misiones” aparentemente inofensivas, hasta que el joven está atrapado. Comprender este fenómeno es clave para prevenirlo.
Una pandilla es un grupo organizado de jóvenes que comparte una identidad común (nombre, símbolos, códigos) y que suele involucrarse en actividades delictivas o violentas. En contextos más complejos, pueden estar ligadas a cárteles de droga, extorsión o tráfico y trata de personas.
La radicalización ocurre cuando un joven adopta ideas extremas (criminales, violentas o ideológicas), justifica el uso de la violencia y se identifica totalmente con la causa del grupo. Esto puede suceder por influencia directa o por contenidos en redes sociales, videojuegos, videos o música.
Algunas señales de alerta son:
- Cambios de conducta: agresividad, aislamiento, obediencia ciega a un grupo.
- Uso de símbolos, frases o códigos que identifican a pandillas.
- Presencia de objetos sospechosos (armas, radios, dinero, drogas).
- Excusas para desaparecer por horas o días sin explicación clara.
- Rechazo a la autoridad y discurso de “nosotros contra el mundo”.
Un joven reclutado por una pandilla es como una marioneta con hilos invisibles. Cree que toma decisiones propias, pero en realidad está siendo manipulado emocional y simbólicamente, hasta perder su libertad y su identidad.
5 formas de prevención desde casa y comunidad:
- Construye pertenencia en positivo.
Si un joven no se siente valorado en casa o en la escuela, buscará pertenecer en otro lado. - Habla abiertamente sobre el crimen.
Desmitifica el “narcopoder” y visibiliza las consecuencias reales. - Fomenta pensamiento crítico.
Ayúdalos a cuestionar lo que ven y escuchan: no todo lo popular es bueno. - Detecta y actúa a tiempo.
No ignores cambios bruscos de comportamiento. Involucra a más adultos de confianza. - Organiza redes comunitarias.
Escuelas, clubes, iglesias, centros culturales y vecinos pueden crear entornos protectores.
Una joven con entorno familiar presente, que participa en un grupo de teatro comunitario y tiene amistades positivas, es mucho menos vulnerable al discurso del crimen o la radicalización, porque ya se siente vista, útil y conectada.
Donde no hay comunidad, las pandillas ocupan el vacío. Prevenir el reclutamiento criminal es reconstruir el tejido social. Abramos espacios donde los jóvenes se sientan parte de algo bueno.
Para profundizar en el tema te recomendamos la lectura del documento “Niñas, Niños y Adolescentes reclutados por la Delincuencia Organizada” publicado por la organización Reinserta.